Durante las últimas dos décadas, la forma en que calentamos el agua en nuestros hogares ha cambiado. Por ejemplo, la tecnología de bomba de calor se ha agregado a los calentadores de almacenamiento eléctricos tradicionales para recuperar la energía perdida del tanque de almacenamiento. Además de innovaciones como la calefacción geotérmica y el uso de tubos de vidrio evacuados para capturar energía solar, muchos hogares han comenzado a usar calentadores de flujo (también conocidos como calentadores de flujo continuo) en lugar de almacenar agua caliente en un tanque. Los calentadores de flujo, que calientan solo la cantidad de agua necesaria, pueden reducir el consumo de energía en aproximadamente 40%.
Este video de la empresa holandesa Ferro Teckniek muestra el funcionamiento interno de sus calentadores de flujo.
Los calentadores de flujo funcionan guiando el agua a través de la superficie de un elemento calefactor que está encerrado dentro de un canal de acero inoxidable con forma de laberinto. Debido a que cada mililitro de agua viaja a través de casi toda la superficie del elemento calefactor, esta tecnología da como resultado una eficiencia energética sustancialmente mejorada. El laberinto suele contener alrededor de 10 ml de agua. Esta baja relación volumen-superficie permite a los fabricantes codificar capacidades de perfilado de temperatura en sus máquinas.
Los resultados de una evaluación del ciclo de vida que compara un calentador de flujo Ferro Techniek, una caldera ordinaria y un sistema de calefacción de bloque térmico. Si bien este estudio muestra que los bloques térmicos (el sistema que se usa generalmente en pequeños electrodomésticos como las máquinas de cápsulas) pueden reducir a la mitad el potencial de calentamiento global del agua hirviendo en comparación con el uso de una caldera convencional, un calentador de flujo reduce las emisiones de GEI en un factor de dos tercios.
A medida que aumenta la demanda de energía y avanza el calentamiento global, está claro que se requiere un cambio en el diseño de las cafeteras o un cambio en la forma en que producimos energía. Desde que Elard Römershausen, un médico alemán, diseñó por primera vez su cafetera en 1818, un principio de diseño aparentemente ineludible ha hecho que las máquinas de espresso consuman mucha energía.
Inicialmente, la necesidad de una caldera surgió de la falsa noción de que para lograr el mejor sabor del café,